Que tiempos más alejados aquellos en los que empecé a intercambiar datos con los antiguos discos de AMSTRAD, los de 3", los que se grababan en ambas caras, creo recordar que con 180KB por cada una...
Desde entonces (me refiero a los años 84 y 85 en adelante) el almacenamiento externo (y por supuesto el interno) han evolucionado una barbaridad. De hecho, si te pones a pensar en ello, los números asustan.
Pero vayamos a lo que titula la entrada. Resulta que con la generalización del puerto USB, ahora todo funciona en él. Y no sólo en él, sino sobre él. No sólo sirve para transmitir los datos en cuestión, sino que también alimenta al dispositivo.
Cuando se trata de un Pen Drive, la cosa no es problemática. Puede con él, y más.
Pero cuando lo que queremos enchufar es un disco duro externo, vienen los problemas. Y os voy a referir alguno de los que sufro yo.
Dispongo de varios discos externos, cuya capacidad ha ido evolucionando conforme pasaban los años. Del primero que compré en LIDL, con unos 250GB, hemos llegado sin problemas a los de 1 y 2 TB, por menos dinero, y más ligeros.
Y tan ligeros, que si los compramos en formato 2,5" la mayoría vienen sin alimentador. Una gran idea, ¿no? Menos cable, menos aparato, mejor precio...
Una de mis últimas adquisiciones fue un SAMSUNG S2 portable, que aparentemente es una maravilla de disco. Bonito, con gran capacidad (1TB) y relativamente barato:
El caso es que durante mucho tiempo el disco funcionaba cuando le daba la gana. Lo particioné en dos