La verdad es que el paso del tiempo lo estropea todo. Bueno, quizás algunos vinos se salven, pero lo que son las piedras artificiales de los alféizares de las ventanas, va a ser que no.
El sol, la lluvia, y la suciedad, hacen que se vayan poniendo feas, muy feas, y que el simple limpiado con un trapo húmedo y/o jabonoso no sirva para nada.
Es más, es que incluso se van descarnando, yéndose la resina que aglutina las pequeñas piedras que forman las piezas, dando un aspecto rugoso y áspero, que no hace sino acelerar el deterioro, como se puede ver en las siguientes fotos:
Así que, lo primero, darle una lijadita suave, para igualar un poco la superficie, y para quitar todo lo negro (posiblemente hongos o líquenes) que parece se han quedado a vivir en la piedra:
En esta foto se puede ver el trabajo de la lija:
Una vez lijado, y aspirado el polvo, toca empezar a pintar. Yo he utilizado un esmalte acrílico blanco, satinado, vamos, normal y corriente:
Y aplicándolo con rodillo, ésta es la diferencia que se aprecia, antes de que se seque:
En otro alféizar, éste más protegido de los elementos por un toldo, he pasado directamente de la limpieza al pintado, sin fase de lijado intermedia. El tono más marrón de las fotos se debe al toldo, que cambia la luz:
Una vez terminado el trabajo, y secada la pintura, se puede observar que, si no se ha cargado demasiado el rodillo, aún se puede ver el dibujo original de la piedra, por lo que no queda como una masa amorfa, sino que mantiene una textura bastante estética:
Ahora habrá que ver si los elementos respetan esta capa decorativa. El caso es que, de momento, la piedra queda mucho más suave, y la suciedad no se adhiere con la facilidad anterior, lo que permite eliminarla de forma mucho más cómoda y efectiva. Un brico que luce, cuesta poco, y se materializa en casi un suspiro.
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